El ritmo de la sociedad actual ha provocado que, en muchísimas ocasiones, el valor de las cenas se haya perdido. Os contamos la importancia de éstas y cómo enfocarlas a un nivel educativo sin perder la diversión.
Las cenas son la oportunidad de compartir un momento único y especial en la familia, un momento de reencuentro donde cada uno puede contar cómo le ha ido el día o qué ha aprendido. Puede parecer algo nimio pero la realidad es que es beneficioso desde muchos puntos de vista: se estrechan los lazos familiares, se puede fomentar el aprendizaje y los valores personales, se aprende a transmitir emociones y pensamientos, etc.
Una de las razones por las que estas cenas se han perdido es por la gran cantidad de deberes escolares que tienen los niños, siendo los españoles los que más horas tienen que dedicar diariamente frente a otros niños europeos. Esto les provoca estrés a su temprana edad, por lo que la OMS (Organización Mundial de la Salud) ya ha alertado de que este exceso les está dañando.
IKEA también ha hecho un llamamiento acerca de esta situación, haciendo un guiño a las familias para que recuperen ese espacio tan saludable y único como es la cena. No sólo se aprende a disfrutar de la comida como algo preciado, también es un momento que puede resultar educativo.
La propuesta que han lanzado, y que nos ha parecido muy interesante, es que las cenas se pueden convertir en momentos educativos. Preparar una comida puede convertirse en una operación de matemáticas, un determinado plato puede convertirse en un idioma o en aprender detalles sobre una cultura, incluso se puede conocer la ciencia que hay detrás de la elaboración de cada plato o hacer un viaje en el tiempo para hablar de historia.
Las cenas son la oportunidad de estar en familia y descubrir lo genial que es aprender.